Como señalé el otro día, las mujeres (feministas o no) debemos debatir constantemente unas con otras porque así es como se avanza. Y debemos intentar hacerlo con cortesía.Ahora bien, el artículo que aquí comentaré (http://estudiosobreelutero.blogspot.com.es/2014/12/carta-las-feministas-que-fueron-antes.html?q=carta%20a%20una%20feminista) no es de debate. Es una serie de improperios ofensivos y totalmente disparatados. La joven-madre se indigna (sí, se indigna) contra las feministas mayores porque no le avisamos de que el permiso de maternidad duraba 16 semanas (no sabía yo que esa fuera nuestra misión); nos acusa de luchar (sí, luchar, literal) contra la maternidad. Y yo pregunto ¿a quién se cree esa señora que le debe el permiso de maternidad? Que, por supuesto, se podrá mejorar pero ¿a quién le debe las 16 semanas actuales sino a la lucha de las mujeres? Y, para rematar, nos tacha de ser estrechas colaboradoras del neocapitalismo y la explotación.Ya sé que hay quien dice que entre mujeres no debemos “pelearnos”. Yo ni me peleo con gente así.implemente suelto la indignación (sí, yo también me indigno) que me produce tanta tontería doblada de tanta mala baba.
Leo un artículo escrito por una “joven-madre” (la llamo joven porque en su escrito confronta dos generaciones de mujeres: las viejas y las nuevas y considera que ella forma parte de éstas últimas). Empieza alabando los logros conseguidos por el feminismo. Le gustaron tanto que (cito textualmente): “De hecho, fui una feminista convencida y trabajé activamente para difundir este pensamiento... hasta que fui madre”.
Me quedo perpleja. Sé que después del parto sube la leche. Incluso que hay mujeres con reacciones hormonales atípicas. He oído hablar de la depresión postparto… pero no tenía noticias de que también provocara un cambio ideológico…
De modo que sigo leyendo con avidez a ver si aprendo algo nuevo.
Ella, sin embargo, cambia de tema y pasa a contar lo duro y cruel que le resultó tener que reincorporarse al trabajo a las 16 semanas alejándose de su hija.
Vale, puedo entenderlo. De pronto, suelta: “Me indigné porque nadie me había avisado de esto. Veníais delante de mi (sic) y no me dijisteis que el precio de que la mujer se incorporara al mercado laboral era dejar a sus bebés recién nacidos en otras manos”.
Y yo me pregunto ¿contra quién se indigna? ¿quién tenía que avisarle de que el permiso de maternidad duraba 16 semanas y no lo hizo?¿quién iba delante de ella y le ocultó ladinamente que a las 16 semanas tendría que incorporarse al trabajo?
¡Cuánta intriga, por diosa! Ya son muchas las dudas que acumulo.
Sigo leyendo y llego a un párrafo que entiendo plenamente y comparto también plenamente: “Deberíamos vivir en una sociedad que articulara sus recursos y economía con una lógica ética en la que el sostenimiento de la vida humana fuera el principal objetivo”. Bien, me digo. Lo que siempre hemos sostenido las feministas. Lo que han teorizado tantas maestras insignes, desde Olympe de Gouges a Celia Amorós, pasando por Alicia Puleo, Rosa Cobo, María Ángeles Durán y prácticamente todas las feministas conocidas o desconocidas que he tenido el placer de tratar o leer.
De pronto, otra vez, da un giro y dice que, como sabe lo malo que era el franquismo con las mujeres (yo murmuro para mí: y tanto, y tanto) comprende que lucháramos contra él (pues sí, lo hicimos). Pero que, “una cosa es asumir que la madre sea la servil sirvienta de la familia y otra pretender naturalizar que las mujeres dejemos a nuestros bebés de cuatro meses”. Y yo sigo preguntándome: ¿de quién está hablando? ¿quién “naturaliza” tal cosa?¿La iglesia católica que es tan de “naturalizar”? Y, de pronto, caigo en la cuenta de que está hablando de nosotras, de “las mujeres mayores” y concretamente de las feministas.
¡Ay va! Si justamente las feministas luchamos denodadamente contra todas las “naturalizaciones” y nos rebelamos contra las muchas que nos imponen, tanto a hombres como a mujeres (aunque ya sé que existe el llamado feminismo de la diferencia o esencialista)...
En cualquier caso, juro que nunca jamás, he visto, oído, leído ni olido que ninguna feminista dijera que “por mandato natural las mujeres han de dejar a sus bebés a los cuatro meses”.
En cualquier caso, juro que nunca jamás, he visto, oído, leído ni olido que ninguna feminista dijera que “por mandato natural las mujeres han de dejar a sus bebés a los cuatro meses”.
Luego, su artículo cae en el pozo sin fondo del desatino. Nos acusa de tirar al bebé con el agua del baño (se le nota influencia francesa a esta joven-madre). Dice: “Sois las madres del biberón, de la crianza conductivista (sic) y de las luchas ideológicas”. Lo del biberón me enternece, lo del conductismo me descoloca ¡Éramos conductistas (todas, además) y nosotras sin saberlo! Lo de las “luchas ideológicas” me remata… ¡qué peligroso cóctel anidaba en nosotras!: biberón, conductismo y luchas ideológicas… Y yo digo: ¡anda que como se entere de que algunas incluso elegimos no ser madres!
Y, no contenta, va y añade: “Sé que cuesta comprender que haya mujeres no alienadas que disfruten con la maternidad”. ¡Toma, toma y toma!
A ver, aclaremos: Yo podría entender que esta señora (perdón, esta joven-madre) dijera: “Los logros que el movimiento feminista ha conseguido desde el fascismo para acá, me saben a poco. Gracias a la lucha de las mujeres tenemos legalmente los mismos derechos que los hombres. Podemos vender y comprar bienes, abrir una cuenta en el banco, disponer de nuestro dinero, acceder a cualquier trabajo (ya sé que de la ley al hecho hay un trecho pero, cuando no existe ni la posibilidad legal, ya me explicarán), podemos abortar, divorciarnos, ejercer la patria potestad, viajar sin autorización del marido, tenemos permiso de maternidad, etc. etc. Pero todo ello me sabe a poco”.
Si hubiera dicho eso, lo comprendería. A mí también me sabe a poco. Aunque, al oírla, también pensaría: “Y en vez de echarnos en cara que, a pesar de lo conseguido, queden cosas por conseguir (o sea, en vez de culparnos a nosotras, no al patriarcado, por no haber conseguido todo) ¿Por qué no se arremanga y se pone a luchar? ¿Por qué espera que le saquemos las castañas del fuego y luego se queja de que las castañas son pocas y no le gustan? ¿Quién le impide pelear por un permiso de maternidad más amplio si es esa su reivindicación número uno?
Y sigue enardecida: “Dejad de luchar contra la maternidad y pongámonos a una a luchar contra el sistema, contra el neocapitalismo, contra la explotación”. Sí, habéis leído bien: las feministas estamos luchando contra la maternidad. Y sí, las feministas no luchamos contra el sistema, ni el neocapitalismo ni la explotación.
¿Se puede tener tanto morro, ser tan ofensiva y tan burda? Pues sí, se puede.
Y ya para terminar, nos indica por qué debemos luchar y por qué no:
“No pidáis guarderías de 0 a 3 años por mi (sic), pedid para quien quiera, bajas retribuidas más amplias de hasta, por lo menos, dos años”.
Pues mira, joven-madre, yo, junto con otras feministas (que deben parecerte igualmente viejas, “ideológicas”, “conductistas”, enemigas de la maternidad, podridas, liberales capitalistas, etc.) lucharé por lo que considere prioritario en la agenda. ¿Sabes, joven-madre? La violencia contra las mujeres por ejemplo, me parece prioritaria, y la ayuda a la dependencia pues el cuidado de ancianos y enfermos devora sin tasa tiempo y energías de muchísimas mujeres, y el reparto de las tareas del hogar, y la lucha contra la prostitución, etc. Pero no creas, no me voy a oponer a que tú luches por tus dos años de estrecha unión materno-filial (aunque, puestas ¿por qué solo dos años y no cinco, diez o quince?).
Atentamente, una vieja que, para mayor escarnio, no es ni madre.